martes, 22 de noviembre de 2011

Hamleti y la inocencia (parte 2)

Por Orland Verdu

Segunda parte del dossier de "Hamleti", el trabajo final de la generación 2009/2011 del Laboratorio Escuela de Expresión Corporal Dramática. "Hamleti" se presenta en la Sala L´Mono de Bilbao (Andres Isasi kalea 8.2). Viernes 25 y sábado 26 de noviembre de 2011 a las 21 horas. Dirección: Jessica Walker.


Jessica Walker, directora del Laboratorio Escuela de Expresión Corporal Dramática, somete a una vuelta de tuerca más al clásico de William Shakespeare, en esta nueva versión de Hamlet. Una versión de adaptación libre que se inspira en el texto para construir un organismo escénico nuevo, y hasta cierto punto autónomo. Esta revisión del clásico, como en otros casos, permite a Jessica Walker devolver a la obra toda la fuerza del mito gracias a su readaptación a la actualidad contemporánea.

Hamleti es una obra viva, intensa y coral. Los personajes constituyen un todo intercomunicado en el que el peso recae sobre el grupo: la tragedia de Hamlet es colectiva. A lo largo de la obra, abundan las escenas grupales, donde –a la manera griega– el coro de personajes ahonda en la tragedia del mito y confronta al público con su propia verdad interior. La propuesta del teatro del Laboratorio de Walker es servir al actor y al público para sanar su propia verdad interior mediante la confrontación con todo su ser, por dolorosa que sea esta confrontación. De la aceptación de nuestras sombras, emerge el perdón y la inocencia.

Los actores encarnan los personajes vestidos con pañales, como espectros que aparecen desde la oscuridad, despojados de toda vida. Lo único que los une a este mundo es el pañal, símbolo de la infancia y la vejez, de la vulnerabilidad y la decadencia. Metáfora del envoltorio del cuerpo y de su decrépito estado, el pañal envuelve a los personajes con el halo de la inocencia de un recién nacido, como si en realidad no hubiéramos crecido nunca. La conciencia del hombre se halla todavía en pañales pese a la vejez de nuestros pecados, parecen advertirnos.

El blanco del pañal y del resto de elementos escénicos y atrezzo acentúa la sensación de la pureza propia de la inocencia, pero también de la locura de un psiquiátrico o de la crueldad aséptica de los hospitales. Las metáforas y el juego simbólico se encadenan sin fin en un juego de evocación para el espectador, donde las sillas blancas de los personajes tienen una función simbólica de primer orden.

El espectador entra en la sala y contempla un caos de sillas y actores gritando y saltando, forcejeando, abrazándose y llorando. Y al fondo, en el muro, los reyes de Elsinore aplaudiendo. Estamos ante la famosa escena en que Hamlet intenta desenmascarar a Claudio mediante el recurso a la representación escénica. El teatro dentro del teatro. Los actores representan con sus cuerpos doblados, caóticos y lunáticos, el asesinato del rey Hamlet y el argumento de la obra. Las sillas son su punto de apoyo, metáfora de la vida y la muerte. Su lugar en el mundo es lanzado por los aires por el destino de la Historia, para la que el ser humano no representa nada. En medio del caos, el amor imposible entre Hamlet y Ofelia.

Jessica Walker juega a los espejos y a la deconstrucción de los personajes para forjar una nueva realidad, poética y brutal. Múltiples actores en escena para un mismo personaje, como la primera escena de un grupo de Hamlets discutiendo entre sí para afirmar su identidad, dan una imagen mucho más acertada del laberíntico estado interno de todo ser humano. Nuestras contradicciones retumban en cadena. La escena de las Ofelias hablando con su madre muerta, recreación de un vacío que clama ser llenado en la obra original, es otro ejemplo del desdobla-miento de personalidad del personaje a través de la individualidad y la esencia que ha conseguido imprimir cada actor a su papel.

Tampoco el sexo original de los personajes es respetado. La maravillosa escena grupal –en un cine, con las sillas blancas simulando butacas– de un grupo de Hamlets interpretado por mujeres es de una sencillez y un impacto escénico inmediato. Cada actriz expone sus dudas como una especie de confesión final previa al famoso “Ser o no ser”. Estamos a las puertas de la apoteosis de la vida y la muerte, hacia el final de la obra. Las reflexiones de Hamlet se mezclan con los movimientos espectrales de los muertos, que toman sus sillas y se sientan en primera fila, frente al público, para pronunciar su nombre y confesar su inocencia.

La vida del personaje y la esencia del actor se entrelazan en un intento de trascender el papel dramático para tocar el alma humana. Hamleti, obra coral, llena de inocencia y dolor, aúna un elenco de actores capaces de tocar el corazón del espectador mediante una sinceridad absoluta. El trabajo actoral se basa en la técnica ideada por Jessica Walker en su escuela. “A mayor esencia, mayor presencia”, es el lema de su metodología. La presencia de los actores en el escenario llena el vacío con su vida desnuda. La entrega al acto creativo es un acto de honestidad y de amor. Como toda gran tragedia clásica, Hamleti deja huella en el espectador y provoca una sensación interna incómoda pues nos enfrenta a nosotros mismos y a nuestra época histórica. Jessica Walker y sus actores nos invitan a una reflexión profunda sobre el dolor y la injusticia, sobre la inocencia y el perdón. Más allá de la vida y la muerte, el espectador debe contestar con sinceridad a la eterna pregunta de “Ser o no ser”.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Hamleti y la inocencia.


Por Orland Verdu

Primera parte del dossier de "Hamleti", el trabajo final de la generación 2009/2011 del Laboratorio Escuela de Expresión Corporal Dramática. "Hamleti" se presenta en la Sala L´Mono de Bilbao (Andres Isasi kalea 8.2). Viernes 25 y sábado 26 de noviembre de 2011 a las 21 horas. Dirección: Jessica Walker.


La inocencia es como una flor de loto en un cementerio de barro. Una virtud humana que desciende sobre nosotros cuando nos arrodillamos ante lo divino y nos sentamos en la tumba de nuestras pasiones. La inocencia es una rosa de espinas que se enrosca sobre el dolor hasta estallar en un aliento de vida primitivo: nos devuelve a la esencia de la naturaleza humana.

Hamleti es la encarnación de una inocencia que da frutos atroces y poéticos. La crueldad de las imágenes, terribles y delicadas, nos confronta con el conflicto de lo humano frente a la Historia. Somos inocentes por estar vivos aún cuando la muerte nos mancha las manos. Aún cuando nuestras dudas precipitan la caída de todo y de todos, la inocencia se impone como única salvación. No hay culpables en Hamleti, y si los hay lo son todos. Y por ello todos son inocentes. Sus protagonistas son almas inocentes, víctimas de un mecanismo histórico que se aniquila a través de su propia especie.

El poder se legitima a sí mismo a lo largo de la Historia. Tanto en la Dinamarca del siglo XVI, como en los despachos de nuestra época moderna, el poder se cobra sus víctimas. ¿Cómo escapar de esta sucesión de control, muerte y venganza? ¿Cómo ser justos en la injusticia? ¿Podemos seguir siendo inocentes en medio de tanta matanza a nuestro alrededor? ¿Proclamarnos inocentes y amar desde el corazón? El amor es incapaz de salvar a Hamlet de su misión final, del peso de su destino. Y su tragedia es la de toda la Humanidad en su marcha hacia un final más justo. Quizá nuestro gran error sea buscar la justicia cuando la única salvación –como hacen los personajes de Hamleti– sea proclamar la inocencia ante Dios y ante el mundo. La salvación es recuperar la inocencia del niño.

martes, 25 de octubre de 2011

La resonancia en Hamlet


Texto del dossier de Hamletgrafía, redactado por Jessica Walker y el Colectivo Laboratorio. Hamletgrafía se presentará este viernes 28, sábado 29, domingo 30 de octubre y el viernes 4, sábado 5 y domingo 6 de noviembre de 2011 a las 18 horas en el Teatro de Laboratorio, Passeig de Sant Antoni Abad nº 6 (acceso por Urgell entre Tamarit y Floridablanca, metro Sant Antoni).
 



Lo que nos motiva profundamente a hacer una inmersión en un texto clásico como el de Hamlet, es su incidencia continua en los valores humanos más esenciales. Siendo uno de los textos más representados en la historia del teatro, Hamlet nos sigue eligiendo para encarnar a través suyo los conflictos primarios del ser humano. El escenario como un espejo de la vida, el teatro dentro del teatro, la eterna metáfora sigue hablando de nosotros.

No hacemos Hamlet porque creamos que –con sus intrigas y meditaciones- interpele al hombre de hoy. Hacemos Hamlet porque interpela al hombre, y lo hará siempre que el hombre se debata entre su oscuridad y su anhelo de infinito.

Hacemos teatro porque nos invita a trascendernos, a desnudarnos y a entregarnos. Hamlet es nuestro vehículo sagrado para hacerlo. Sus personajes nos piden a gritos que los amemos, que les seamos fieles siéndonos fieles a nosotros mismos.

Hamlet, Ofelia, Gertrudis, Polonio, Laertes… nos contienen. Son pozos sin fondo, que nos invitan a la caída libre, a una inmersión completa en su profundidad. Actuarlos es para nosotros un acto de fe. Agitan nuestra creatividad, nos provocan, estimulan nuestro imaginario, nos detonan una aproximación libre, sincera y personal.

Hamlet inspira toda clase de puestas en escena en el teatro contemporáneo. En este océano de versiones, cada creador busca ser original, encender una nueva luz sobre esas palabras repetidas hasta el infinito. Para nosotros, representar la tragedia nos exige hacerla carne en nosotros sobre el escenario. Vivirnos en la tragedia es algo que no nos queremos perder. La apuesta nos pide todo nuestro coraje, nuestra libertad y humildad. De este viaje surge una puesta en escena contemporánea, intensa y viva. Estar vivos en Hamlet es nuestra única pretensión.

lunes, 17 de octubre de 2011

Reflexiones de un desencuentro teatral (parte 3)

Por Camilo Zaffora

Estas reflexiones fueron detonadas por el Seminario Internacional de Interpretación al que asistimos Jessica Walker y tres de sus actores en Noruega. Además de Jessica, dictaron sus clases dos maestras de teatro (una rusa y otra búlgara) educadas en el método Stanislavski. 

Konstantin Stanislanski

El esfuerzo no es un lugar sano desde el cual accionar. Ni en el teatro ni en la vida. El esfuerzo, el sacrificio y el intento desesperado por alcanzar algo tienen muy buena prensa en nuestro mundo, pero no son del espíritu. La disciplina y la disposición al trabajo son atributos de un actor/creador. Pero son disciplina y trabajo SIN esfuerzo. Una búsqueda en paz, gozosa y presente.

En el proceso que vivimos en Noruega, en las clases con nuestra maestra rusa se traslucía esa exigencia porque la escena “funcione”. La gran pregunta que quita el sueño a todos los teatristas del mundo: Como hacer que el teatro funcione. Las respuestas de nuestra maestra rusa estaban configuradas por la retórica stanislavskiana. Se proponía una improvisación de cuatro minutos, a la que seguían 20 minutos de análisis sobre qué había funcionado y qué no, qué había faltado, que deberían haber hecho los actores para que la escena funcione. Los comentarios de nuestra maestra rusa venían atravesados por conceptos tales como “circunstancias dadas”, “objetivos del personaje”, “motivaciones”. Con frecuencia, ella llegaba a la conclusión de que el objetivo de tal actor no estaba claro, no se mostraba lo suficiente, o no había concretado lo suficiente en su mente el porqué de sus acciones. Luego se reiniciaba la improvisación con la nueva información que haría florecer la escena, y la cosa salía muerta una vez mas (los actores ya estaban mental y físicamente agotados tras el análisis). Aquí, nuestra maestra rusa entraba en desesperación y pedía a los actores “motivaciones más fuertes” para sus personajes. En suma, pedía que hagan un esfuerzo para que pase algo.

En estos términos, la búsqueda de una escena puede llegar a ser angustiante. Una exploración a tientas, donde los actores prueban distintas acciones hasta dar con la que “funcione”. La cuestión era “qué hacer”. En el Laboratorio, el enfoque es radicalmente opuesto. La cuestión es “estar ahí”. Si te instalas en el esfuerzo para actuar, todo lo que hagas nacerá muerto. Puedes disfrazarlo de una acción enérgica, pero seguirá muerto. Si tú estás, todo lo que nazca estará vivo y será orgánico. La búsqueda misma estará viva.

En Noruega, Jessica mencionó en una clase: “cuando empiezas una improvisación, siempre existe el riesgo de que no pase nada”. Si no pasa nada en el escenario, NO PASA NADA. No hay castigo. Trabajar con miedo a que no pase nada, actuar desde el esfuerzo para que pase algo, cierra la puerta a que PASE ALGO de verdad.

Yannick Munch: Un actor laboratoriano en Bjorke (Noruega)

martes, 11 de octubre de 2011

Reflexiones de un desencuentro teatral (parte 2)

Por Camilo Zaffora

El miedo del actor tiene mil máscaras. Todas ellas lo alejan de lo sagrado. Todas le cierran la experiencia de un teatro gozoso.

Una de las máscaras más comunes del miedo del actor es el esfuerzo. Esto nace de un espacio muy humano: Todos queremos hacerlo bien, todos queremos complacer al director, todos queremos que nos quieran. Cuando estamos creando en una improvisación, buscando una escena, es natural estar perdidos por momentos. En forma inconsciente, esta necesidad de “encontrar algo” cuando las cosas no salen como queremos  nos lleva a esforzarnos. Mover un exceso de energía para que algo ocurra.

El esfuerzo es parte del proceso de búsqueda del actor. El problema es cuando se instala, y la actuación se efectúa desde este lugar. Ahí aparece el actor esforzado, que invierte mucha energía, actúa tenso, grita, aprieta los dientes y termina la función hecho polvo, muchas veces ovacionado por el público.

Muy frecuentemente, a esa actuación histérica –alejada de lo orgánico- se la interpreta como teatro vivo. Se confunde a esa energía con emoción. La mayor parte del público y muchos directores no notan la diferencia entre una explosión o catarsis orgánica y un despliegue de energía efectuado desde el esfuerzo. El actor tampoco suele ser consciente de que este esfuerzo es miedo disfrazado. Un miedo que lo impulsa a salir al escenario a “demostrar que vale”. A “ganarse” al público. A “matar o morir”. En este contexto de lucha, la entrega es imposible. Como en el amor, la entrega verdadera sólo es posible con confianza. Un salto al vació de verdad, un acto de fe. Una actitud de guerrero: estar dispuesto a darse aunque no reciba nada a cambio.
En algún lugar, leí la expresión “acción consagrada”. Esta ocurre cuando la persona pone todo su ser en el acto que está llevando a cabo y se desentiende de su resultado. Así como sólo la paciencia infinita produce efectos inmediatos, sólo la acción consagrada genera un resultado impecable.

Solo de Nataly Cabanas "Oh Mia María Callas" (2010) - Dirección: Jessica Walker

Busca en paz

Cuando con mis compañeros del Laboratorio atravesábamos nuestro proceso de Solo Laboratorio, tenía una compañera brasileña que por temas personales empezó a ensayar un mes más tarde que el resto de nosotros. Su primer pase en el escenario ocurrió cuando los demás ya teníamos el trabajo avanzado. Nataly, así se llama, salió a improvisar con su vestuario de Carmen Miranda, sus elementos y sus ideas. A los diez minutos, ella alcanzó ese lugar en el que ya has hecho todo lo que te habías preparado en tu casa, terminaste tu “escena” y Jessica te deja en el escenario. La experiencia del vacío, donde el trabajo empieza de verdad. Como a muchos, le sobrevino el bloqueo. Jessica la animó: “busca, busca…”. Ella lo intentó, pero no podía trabajar con fluidez. Se agarraba la cabeza como si tuviera migraña, y uno casi podía escuchar la mente de Nataly gritándole “No, no, no, no puedes, no te está saliendo, no funciona, no está funcionando”. Ahí fue cuando Jessica le dijo: “Busca en paz”. Fue como si le sacaran una tonelada de los hombros. Nataly empezó a jugar, con confianza, con atrevimiento. Empezó a ser tomada por el gozo y el baile. Continuó su búsqueda del Solo, con el mismo tema que había preparado. Pero su presencia y su espontaneidad llenaron el escenario y nos atraparon a todos los que mirábamos. Sin juicio, sin lucha, sin esfuerzo. Busca en paz.

martes, 4 de octubre de 2011

Refexiones de un desencuentro teatral (parte 1)


Por Camilo Zaffora

Ya no puedo ser objetivo con respecto al Laboratorio Escuela de Expresión Corporal Dramática. Me he enamorado de su teatro y su búsqueda de tal manera, que se me hace difícil ir a ver una obra cualquiera y no juzgarla desde lo que he vivido en la escuela. Lo que me está pasando es algo que les ocurre a todos los que acumulan cierta experiencia en un campo determinado de las ciencias y las artes: se identifican con lo que aprendieron, y su conocimiento se vuelve una lente desde la cual observan lo nuevo.

Yo ya sé que busco en una obra de teatro: que me toque el corazón. Quiero enamorarme del actor y para eso hace falta que se desnude, que se comparta a sí mismo tal como es. TODO lo demás es secundario. La técnica actoral, la temática, el compromiso político de la puesta, el concepto, la dramaturgia, la escenografía, el vestuario, el “talento” de los intérpretes. Si no está esa chispa, esa revelación de si mismo del actor, el resto me da igual.

Cuando profundizas en una técnica, desarrollas una forma de mirar teatro. Una actriz entrenada en la antropología teatral con Eugenio Barba ha sabido señalarme la falta de técnica corporal, la imprecisión en los movimientos y las fugas de energía en una obra de Laboratorio. A un dramaturgo le pueden hacer ruido los puntos flojos y las obviedades de un texto. Por mi parte, detecto al instante un actor que se esconde en su técnica, cuando no está ahí sino que hace como que está. Cuando me miente su presencia en el escenario.

Estas y otras reflexiones fueron detonadas por un viaje y por una confrontación. En julio pasado, Jessica Walker y tres de sus actores asistimos a un Seminario Internacional de Interpretación en Noruega. Además de Jessica, dictarían sus clases dos maestras de teatro (una rusa y otra búlgara) educadas en el método Stanislavski. Lo que ocurrió fue el encuentro nada armonioso de la metodología del Laboratorio con una de las escuelas fundacionales de la actuación del siglo XX.

Durante dos semanas, tuvimos la experiencia de que nuestro trabajo fuera analizado (y descalificado) a través de la pesada y polvorienta lente stanislavskiana. Nuestra dificultad para adaptarnos al método en sus clases fue equivalente a la que tuvieron los demás actores para asumir la libertad creativa propuesta por Jessica.

Vengo de un país en el que no hay escuelas importantes de teatro. Allí la formación del actor es ecléctica y variada. Lo normal es que el estudiante de interpretación se forme con diversos profesores, que sea flexible, que beba de diferentes fuentes, haga cursos, cursillos y seminarios durante toda su vida para ir llenando su caja de herramientas. El famoso “todo sirve”. En Argentina, los mejores actores que han surgido en los últimos 20 años se han formado saltando de taller en taller de teatro, clown, danza, mimo, etcétera etcétera. Yo solía comulgar con esta idea. Pero me encuentro ahora en una situación diferente. No creo que todo me sirva. O mejor dicho, algunas cosas me sirven para ver claramente lo que no me sirve. Hay ego en esta afirmación, pero también honestidad.

Las dos semanas noruegas, y otros encuentros posteriores con actores de otras escuelas de actuación, despertaron una serie de meditaciones sobre el teatro, la actuación, la pedagogía y la dirección teatral, que iré presentando las próximas semanas.

La primera es que el arte y la pedagogía piden a gritos una aproximación sin preconceptos. Esto es un llamado de atención para mí también. La teoría es muy seductora, pero puede volverse una cárcel dolorosa tanto para los alumnos como para los profesores que intentan enseñar en base a la misma. Si se toma al pie de la letra, una tradición valiosa y revolucionaria como la del venerable maestro ruso puede volverse un obstáculo para alcanzar lo vivo en el teatro. Lo vivo fluye. Lo rígido no.

 "Los bajos fondos" de Maximo Gorki, dirigida por Konstantin Stanislavski.

viernes, 22 de julio de 2011

Sí todos!!!!

Por Jessica Walker

Hamlet un Tango (2007) - Dirección: Jessica Walker

Tanto en la primera clase que te veo como en la última, sé con certeza que tu y yo ¡estamos vivos!
Que tú y yo tenemos la misma oportunidad de vernos mas allá de nuestro personaje.
Que tú y yo estamos hambrientos de lo mismo, ¡RENDIRNOS AL AMOR!

Nuestra excusa: El Teatro, como una invitación a ser sanados. El escenario es la excusa perfecta para entrenar, desarrollar y sostener un estar presente.
Sin mirarnos a los ojos, sin diálogo entre nosotros, sin espacio sagrado, sin meditación, sin disciplina gozosa no hay teatro. Porque si somos tomados por la forma de un cuerpo, un elemento o una escenografía, quedaremos atrapados en una belleza que nos distrae.

El ego funciona por efecto, no por contenido. La naturaleza del ego es antojadiza, caprichosa, llama la atención para su importancia personal, para su propio beneficio, quiere ganar para sentir que otro ha perdido. En el escenario, muchas veces, tu piensas que pierdes cuando tienes segundos papeles o solamente haces de coro. Pero si tienes comprensión de quién eres, de tu amor, de tu servicio, esos segundos papeles son la puerta al cielo, se transformarán en papeles memorables llenos de puro gozo, el teatro recobra su atributo de sagrado, una fiesta sagrada donde todos sus participantes conectan con su estar, con su movimiento propio, el espacio sagrado es un espacio que puede ser tocado por todos. Está vivo y se enciende cada vez que tu corazón se entrega.

Aprender a conservar nuestra paz en el teatro no es fácil, por ser una profesion intrínsecamente egoica, donde el casting aleja la esencia, donde tenemos menos escenas que el otro, duele. No podemos entrar a la presencia desde aquí.

Yo no soy la ansiedad, pero sí creo que lo soy. Sólo en la paz podemos recordar nuestra unidad, distinguir entre lo que soy y lo que no soy. Trabajar en grupo. Sin dudas no somos el letrero luminoso que dice "NO Puedo, NO Valgo, NO Sirvo", que se instala en nuestra mente literalmente a robarnos nuestra intencón de sanar. Porque el teatro es sanación, el arte es sanación. Y todos podemos ser sanados. No hay ninguno que no.

Libertad, gratitud y respeto es lo que buscamos aprender en clase, con toda nuestra locura creativa al servicio de nuestro aprendizaje, para poder dar. Y así mostrar nuestros miedos sin miedo... comenzar a sanar la mente.

Lo podemos hacer juntos.
Cuando siento que estás realmente aquí, cambia todo y seguramente para tí también. El espacio es tomado por tu energía. Y nos podemos ver, reír y agradecer.

¡Sí todos!
Y con esto no quiero asustarte, sino solo recordarte que la magia del amor es que ¡Sí todos!. Un creador ama, bendice y trabaja.
El amor es mágico y es dulce.
¡Sí todos, sí todos!
Y es inevitable.


Publicado originalmente en la revista ahoraYoga nº 9.

lunes, 4 de julio de 2011

Galería de Fotos: Hamleti

Imágenes de "Hamleti", el Halmet de segundo año de la generación 2009/2011, que realizará su tercer semana de funciones el próximo viernes 8 y sábado 9 de julio de 2011 a las 19 horas en el TeatroLaboratorio, Passeig de Sant Antoni Abad Nº 5, entre Urgell y Floridablanca (Metro Sant Antoni). Dirección de Jessica Walker. Fotos: Jorge Gareis.





martes, 28 de junio de 2011

Galería de Fotos: El si, El no, Elsinore

Imágenes de "El si, El no, Elsinore", el Halmet de segundo año de la generación 2006/2008, reestrenado en abril de 2009 en la Nau Ivanow con motivo del décimo aniversario del Laboratorio Escuela. La obra fue estrenada originalmente en junio de 2008, con dirección de Jessica Walker. Fotos: Jorge Gareis.






Las dos últimas funciones de "Hamleti", el Hamlet de la generación 2009/2011 son este sábado 2 y domingo 3 de julio a las 18 horas en el TeatroLaboratorio, Passeig de Sant Antoni Abad Nº 5 (entre Urgell y Floridablanca, a 50 metros del Mercat de Sant Antoni).

lunes, 20 de junio de 2011

Galería de Fotos: Espérame en el cielo.

Imágenes de "Espérame en el cielo, corazón", el Halmet de segundo año de la generación 2007/2009. Fue presentado los días 27, 28 de junio y 4 y 5 de julio de 2009, con dirección de Jessica Walker. Fotos: Jorge Gareis.



sábado, 11 de junio de 2011

Solos en Laboratorio

Por Jessica Walker

Solos de segundo año (2010) - Dirección: Jessica Walker. Foto: Jorge Gareis


Un proceso creativo es un proceso humano y un proceso humano es un proceso libre. En libertad encontraremos la disciplina gozosa y el rigor que el teatro necesita.

El proceso creativo de Solos en Laboratorio lo realizan los alumnos de segundo año de la escuela durante tres meses, casi a diario. Muchas horas.

El propósito del entrenamiento amplía y desarrolla las dos vías fundamentales de la escuela: el crecimiento personal y el crecimiento actoral.

La apuesta es mostrarlo todo. La importancia de la experiencia es mayor que la importancia del concepto. Todo en el escenario tiene que aprender a ser escuchado, comprendido, para que no le tengamos miedo a hacer lo que tenemos que hacer. La mirada del que está delante de ti, cruzando el agua de la creatividad, te lo da todo -aunque esté escondido en una superficialidad por miedo a ser herido, más herido-.

Cuando comienza el trabajo, ambos -actor y director- literalmente se casan, pronuncian el sí, cierran los ojos y entran juntos al espacio sagrado. Se transforman en magos al mismo tiempo, meditan y accionan.

La misión de un director-creador es guiar, sostener, expandir y darle una visión global al actor-creador.

La misión del actor-creador es entregarse a sí mismo, para que pueda entregarse al proceso creativo, a la existencia del personaje, a los otros, al público, a Dios.

Como parte de la metodología se le pide al alumno-creador su propio material, para dar a luz a su propia dramaturgia.

El director-creador estimula, guía por donde, provoca la experiencia, pero es el alumno el que encuentra. Esa es la pieza clave del puzzle. Desde ahí se dispara la comprensión de lo que se hace y el disfrute total.

El alumno-creador es tocado por la experiencia, la flecha de cupido clava su corazón, como si hubiese encontrado a su enamorado ¡el teatro!. No el concepto del teatro, sino la experiencia del teatro.

La comunión del proceso creativo, el dialogo de creación, se pone en marcha y se eleva.

El llamado es para que ambos, el actor y el director, lo den todo. Ése es el verdadero milagro, el sueño. El ego jamás se detiene a esperar y si espera es para masacrarnos mejor. Está tan lleno de juicios, en permanente desconfianza, separado de todo. Sin embargo, cuando nos unimos para trabajar de verdad... que te tome. El llamado a crear se sella y tiene nombre... Amor.



El sábado 18 y domingo 19 de junio de 2011, de 15 a 18 horas, se realizará la muestra de alumnos de segundo año de fin de semana "Solos en Laboratorio", con dirección de Jessica Walker.  En el Teatro del Laboratorio, Passatge de Sant Antoni Abat nº 6, cerca del Mercat de Sant Antoni (Metro Sant Antoni)

Artículo publicado originalmente en la revista ahoraYoga nº 3.