lunes, 21 de marzo de 2011

Estar ahí


Por Camilo Zaffora



El Si, el No, Elsinore (2008) - Dirección: Jessica Walker

Ninguna de las formas del arte me ha dado una sensación de aquí y ahora tan potente como el teatro. Ni la música, ni la pintura ni el cine han logrado sumergirme tan radicalmente en el momento presente como el teatro. Y esto lo aprendí en el Laboratorio. Cuando el presente se habita, se vuelve denso. Cuando el actor no se escapa del aquí y ahora, es muy difícil que tu lo hagas como espectador. Y lo sagrado aparece ahí, porque lo sagrado habita en el presente. El concepto de “espacio sagrado” trasciende lo que se entiende comúnmente como tal (iglesias, mezquitas, sitios dedicados al culto en general). Cualquier espacio se vuelve sagrado si quien lo ocupa habita el momento. “Habitar el presente” es una llave hacia la experiencia trascendente en todas las tradiciones místicas que existen. Todas las técnicas de meditación y contemplación se basan en esta premisa. La idea que habitar el presente -y sostener esta presencia- abre la puerta del ser, acerca a Dios, te muestra lo real.
 
El Laboratorio concibe a la actuación como una meditación activa. Estar ahí. Estar ahí con tu compañero. Estar ahí en la acción, en la reacción. Estar ahí aunque no estés haciendo nada. No actuar, ser. El estar despierto (“vivo”) en el escenario ayuda a que lo que ocurra allí sea espontáneo (“vivo”). En cierto modo, todo el entrenamiento del Laboratorio se dirige a enseñarte a “estar ahí”. Parece simple pero no lo es, dado las miles de tentaciones de escape que se le presentan al actor en cada segundo (el público, el director, una tos, los compañeros, el juicio propio y ajeno, las expectativas propias y de los demás, el “cómo lo estoy haciendo”,  el “qué debería hacer ahora”,  el “lo que sigue en la obra”, el “lo que acaba de ocurrir en la obra”, el “lo que preparé”, el “lo que debería sentir mi personaje”, el texto, la postura, el cuerpo, los pensamientos…).

El aquí y ahora te enciende. Genera un estado que actúa como fuerza centrífuga.  Un actor (o grupo de actores) que trabajan desde un calmo aquí y ahora se vuelven un imán. Atraen al público dentro del escenario. No tiene que actuar hacia afuera, ni producir algo en el espectador. El espectador es absorbido por lo que ocurre.

HABITAR EL ESCENARIO DESDE UN ESTADO VIVO
 
Dúos Tercer Año (2010) - Dirección: Jessica Walker - Foto: Viky García

El “estado” es indefinible. Cada actor lo exterioriza de una manera diferente, por caminos propios. Pero es algo que salta a la vista. Es un estar energético, invisible pero perceptible. Es independiente de lo que haga o deje de hacer el actor. Es un poderoso espacio de honestidad. Es un lugar en el que no existe el miedo (la actuación “enérgica”, “potente”, el excesivo histrionismo no es más que miedo disfrazado).

Cada clase y ensayo del Laboratorio incluye un momento que se llama “existimos”. Son treinta minutos que tiene cada actor para trabajar consigo mismo, sin indicaciones ni pautas de ningún tipo. Para definirlo de algún modo, se trata de encontrar el “estar” de tu personaje y buscar, trabajar y probar cosas desde allí. En los primeros meses de entrenamiento en la metodología del Laboratorio, es el momento para aprender a encontrar el “estado”. Se trata de una especie de trance (borrachera, como alguna vez lo definió una alumna) en la que no es la cabeza la que acciona y guía el trabajo (aunque ciertamente colabora) sino el estar aquí y ahora, que es lo que abre las puertas. Con este tiempo, cada actor aprende sus caminos para alcanzar el estado, que es lo que le sirve para activarse (el silencio, el grito, la inmovilidad, el movimiento, el trabajo corporal…). Según la metodología, la creación solo nace allí. El “estado” es la puerta a la inspiración y a la emoción. Lo que ocurre, es que en ese “estado” vivo hace falta recurrir a nada para emocionarse. Allí, todo te emociona. Y ese “estado” –desde la inestabilidad de los comienzos, cuando lo tienes y lo pierdes a cada rato- se mantiene y se explora estando en el aquí y ahora. Y trabajando sin juicio (el juicio no encuentra lugar en el momento presente).

Solo Tercer Año (2010) - Dirección: Jessica Walker - Foto: Jorge Gareis

El teatro del Laboratorio te pide que no te permitas pisar el escenario fuera de “estado”. Que sólo lo ocupes “lleno”. Y aprendas a generarlo y mantenerlo. Que estés “vivo” ahí. Encendido. Cuando eso ocurre, el escenario se convierte en una dínamo, que concentra más y más energía a partir del estar de los actores. Y sobre todo sin esfuerzo, pues el estado te permite crear sin esfuerzo. Pues no eres tú quien crea. Tú eres sólo el canal. El espíritu utiliza tus gestos, tu lenguaje corporal, tus palabras, tu memoria, tu imaginario, tus recursos. Pero no eres tú. Es con lo tuyo. Pero lo que nace de ahí es algo distinto, algo nuevo. Algo que no es de este mundo (es imposible de explicar, aunque se lo reconoce cuando se lo experimenta). Como el espíritu crea con tus herramientas, es contraproducente negarlas. Pues la creación se vale de ellas, y juzgarlas es bloquear el flujo.

Honrar el espacio sagrado es estar ahí, en el aquí y ahora de la obra, pase lo que pase.

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