lunes, 9 de mayo de 2011

Hamlet y la pérdida de la inocencia

Por Dani Casellas Sulé
Hamletgrafía (2011) - Dirección: Jessica Walker - Foto: Jorge Gareis

Hamlet es una obra infinita, una figura llena de huecos que cada uno llena con su propia vivencia de la vida. Es por eso, y por lo profundas que son las líneas que conforman esa figura incompleta, que Hamlet es una obra eterna.

Para mi uno de los temas clave de Hamlet es la pérdida de la inocencia. Nietzsche decía que un pesimista es un idealista desilusionado. Ese es Hamlet.

En algún momento anterior al libro, Hamlet estaba lleno de inocencia, lleno de ilusión. Ilusión de bondad, de pureza, de justicia, de fraternidad, ilusión de un amor puro. Y como más inocencia, como más ilusión, como más alto es el vuelo, mas alta es la caída, mas grande es la perdida. Y Hamlet lo pierde todo, Hamlet pierde el mundo y finalmente también la vida.

La inocencia se sustenta en la creencia de que existe un espacio incorruptible, virgen, puro, donde la maldad y el miedo no pueden llegar. Ese espacio, al que podríamos llamar espíritu o esencia, es vivenciado a través del contacto íntimo con uno mismo. Sin embargo, ese espacio necesita un reflejo afuera para poder ser sostenido, así, tiende a ser proyectado afuera, en figuras que para uno representan esa nobleza y pureza y a través de las cual la persona siente el reflejo de ese espacio propio y le ayuda a sostenerlo. Ese espacio tiende a ser proyectado de pequeños en los padres.

En Hamlet ese espacio es proyectado en una madre y un padre distantes. Padre distante por estar en la guerra defendiendo el honor de su país, que tal como dice el sepulturero ganó la guerra a Noruega el día que nació Hamlet, así que no estaba ni cuando nació. Madre distante que no conoce al hijo, que considera a Rosencratz y Guildernstein como sus mejores amigos, dos personajes que no dudan un segundo en traicionar a Hamlet, encerrada en sí misma, en su propia necesidad, que no logra ver a su hijo.

Desde la distancia, Hamlet los idealiza. Su padre defendiendo la patria con valentía y su madre esperándolo con amor y recato. Hamlet los ensalza en las cumbres hasta que caen, los dos, de repente. La madre corriendo hacia un lecho de sábanas incestuosas, mientras que el padre le exige venganza, le exige que él también se ensucie las manos, el padre le pide al hijo, el padre deja de ser padre. Los dos caen, y con ellos la percepción de Hamlet del bien, la fe en el bien, pero sobretodo también cae la fe en el amor. Un amor también idealizado por nunca verlo, Hamlet también idealiza el amor de sus padres, y este cae con ellos.

En Hamlet se da una conciencia súbita de que los propios padres no son especiales, no son diferentes del resto del mundo, sino que forman parte de la corrupción de este.

El mundo entero cae con ellos. Ya no encuentra referente externo donde apoyar su experiencia, su deseo, su ilusión de pureza. El exterior no cuadra con su vivencia interior. Sus acciones, sus creencias, sus deseos y miedos también dejan de cuadrar con la visión que tiene Hamlet de él mismo. Hamlet también cae. Hamlet también se ha idealizado a él mismo.

El proceso de Hamlet es el de darse cuenta que él no es diferente, como tampoco lo eran sus padres, que él forma parte de la humanidad, una humanidad podrida, como podrido también lo está él mismo.

Cuando una ilusión es destruida, esta se convierte en rencor, hacia el exterior por ser el culpable de esa destrucción, y hacia uno mismo por haber sido tan estúpido e inocente por creérsela.

Hamlet se pasa toda la obra intentando hacer que el resto de personajes sientan lo que él siente: que es un canalla, que está podrido. Y poco a poco todos los personajes van sucumbiendo a las trampas, a las pruebas que les pone Hamlet. Hamlet los prueba, los enfrenta ante su maldad, deseando que alguno se salve para así poder mantener la esperanza de su propia salvación. Pero ninguno pasa la prueba. Quizás es que Hamlet, a esas alturas, ya no quiere ser salvado. Ofelia tampoco pasa la prueba. Ofelia lo traiciona, lo espía, cede a las demandas del rey y de su padre, pero sobretodo, Ofelia duda del amor de Hamlet.

Hamlet, en el fondo, lo único que busca es un resquicio de pureza afuera, en los demás, donde poder agarrar su sentimiento interior de bondad. Pero no lo encuentra. Necesita que Ofelia crea en el amor para convencerse de que él mismo no está loco creyendo en él, pero no lo encuentra.

En mi experiencia en Hamletgrafía, Hamlet se da cuenta, en la muerte, del personaje que ha representado en la obra. En la muerte es capaz de distanciarse de ese personaje lleno de culpa, rencor y odio, y puede ver desde esa esencia inocente, en la persona que se ha convertido, en el personaje que ha creado su tragedia. Y esa experiencia le llena de pena y rabia, pero sobretodo, de compasión hacia él mismo y hacia los demás personajes. Hamlet se da cuenta que el personaje que él mismo ha creado en sí y que tanto odia, ha sido quien ha escrito la tragedia, pero ya es demasiado tarde. Hamlet, otra vez llega tarde, la posibilidad de amor ya está bajo tierra.


"Hamletgrafía" se presenta este viernes 13, sábado 14 y domingo 15 de mayo a las 18 horas en el Teatro del Laboratorio, Passeig de Sant Antoni Abat nº 6 (Metro Sant Antoni).

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